Me vas a permitir que me extienda sobre el tema, ya que es una
pregunta repetitiva
-siempre a mí ¿?- y que, como puedes ver le interesa
a más gente. A César, sin ir más
lejos que, aunque no te lo creas, tiene el doble de problema que tú
:-D, pero pronto le
vendrá bien tener ideas p.ej. a Lady Watford.
La sabia línea evolutiva -intentando asegurar la supervivencia
mental de las madres
de nuestra especie- ha elegido una inexplicable preferencia del
recién nacido por
"repetir plato". Es más, lo solicita: cuando un
niño ve un plato que cree saber lo que es,
pide "eso" (y no se te ocurra entonces darle otra cosa,
aunque sea ambrosía pura, o
acabarás con el pelo lleno de ambrosía pura).
Así que no te inquietes por la posibilidad de rechazo al
menú iterativo, que es
remota, y tampoco si "no le gusta" algo que tú
consideras que está buenísimo. Es más,
empieza desde ahora a respetarle sus gustos y ten la seguridad de
que no van a coincidir
con los tuyos... y eso es buena señal, se llama "personalidad".
Esto no impide que vayas probando con nuevos ingredientes, sabores,
texturas,
¡colores!: ay, cuánto minimizamos en casa el efecto
del colorido sobre el espíritu del
comensal, peor aún cuando un niño es mucho más
sensible al color de su comida que un
adulto que ya sabe interpretar los aromas, texturas y formas conocidas
a la vista.
La más cercana fuente de recetas para ir investigando la
tienes en la industria. Coge
un "potito" y mira su contenido que te llenará
de respuestas a tu pregunta: guisantes,
habas tiernas, habichuelas verdes, calabaza, calabacín, remolacha,
chirivías, brecol,
boniato, nabo, coliflor, alcachofa, puerro, col de bruselas, tomate,
chalota, cebollino,
ruibarbo (¡y está de temporada!),...
Y esos porque no me atrevo a nombrar -con solo un año- elementos
de más dura
digestión, excesiva hojarasca o sabores extremos como lo
son el ajo, cebolla, pimiento,
berenjena, salsifi, berza, cardo, espinaca, acelga, acedera, lechuga,
borrajas, grelos,
berros, ...- pero vete preparando porque antes de doce meses estarán
muchos de estos
elementos incluidos en su dieta.
Todo ello "potajeado" y "pureteado" con poca
sal (mejor ninguna) y un chorrito
mínimo de oliva refinado.
Como norma suelo elegir combinaciones de tres verduras en formato
"bandera
italiana": una "verde", una "blanca" y
otra "colorá":
Verdes: Guisantes, habas, habichuelas, brecol, col de bruselas,
...
Blancas: Patata, batata, calabacin, coliflor, chirivía, nabo,
...
Coloradas: Zanahoria, calabaza, tomate, remolacha, ...
Pero, claro, la única ley de oro es: Que le guste -y de paso
que esté barata-. De
todas formas yo no elegiría una combinacion: coliflor+brecol+brecol
púrpura, aunque se
ajuste a la selección descrita anteriormente.
Mi técnica para el puré es sencilla: la verdura
lavada (las dos tradicionales gotas
de lejía no añadirán mucho cloro libre al agua
del grifo de una ciudad moderna, pero si te
hace ilusión...), bien pelada (sí, es cierto que mucho
alimento se esconde justo bajo la
piel de la verdura, pero el exceso de celulosa en su dieta solo
va a aumentar tu ya
altísimo presupuesto de pañales), retirada de semillas,
bridas, hebras, nervios y toda
fibra o tegumento sospechoso de correosa cochura, y precortada en
dados o lonchas finas.
Así dispuesta la cocino *al vapor*, esto es una de tres
opciones:
a) Cacerolas especiales para este tipo de cocción, caras
y solo recomendables para quienes
están dispuestos a usar mucho más tiempo esta forma
de cocinar (que en la centro-europa de
las menestras es casi una tradición).
b) Adminículo en forma de rejilla acoplable a la tradicional
olla a presión, casi todas
las marcas conllevan uno "a medida", pero en el peor de
los casos un escurridor de acero
del tamaño apropiado será un extraordinario contenedor
de cocina al vapor.
c) Cubeta plástica con rejilla "especial microondas"
-creo no equivocarme si digo que el
único es el de la marca "DeGalicia" y quizás
sea difícil de encontrar, pero
desinteresadamente he de recomendarlo porque mi experiencia con
el producto ha sido
bastante satisfactoria-.
La cocina al vapor obtiene en las verduras una mucho mayor conservación
de sus
principios elementales, vitaminas, minerales y, por supuesto y no
menos importante, sabor,
color y textura (las verduras quedan más "enteras"
y pronto comprobarás que tu pequeña
gourmet se inclina por probar cosas con mayor solidez cada vez).
El agua de cocción puede
desecharse -no suele recoger gran "sustancia"- y ser sustituida
en el plato por leche (aún
deberá tomar como mínimo medio litro diario y éste
es un buen vehículo), permite cocinar
completamente sin sal (entre otras cosas porque no hace falta como
potenciador de sabor) y
encima el gasto energético es menor (por tener que calentar
menos materia).
Sin embargo comprendo que "estas cosas" no entran fácilmente
en nuestra cocina
cuando no las "entendemos", así que si encuentras
alguna resistencia moral a iniciarte por
este camino, ningún inconveniente en que uses el hervido
tradicional -mejor, en cualquier
caso, poco líquido en olla a presión-.
Concluida la cocción riega los trozos de verdura con una
cucharada (por kilo de
comida) de aceite de oliva, refinado 0'4º, tiempo habrá
de llevar hasta su paladar los
excelentes vírgenes extra, pero por ahora es mejor asegurar
una digestibilidad comprobada.
(El oliva fué una recomendación del pediatra cuando
Ángela cumplió ocho meses... y yo se
lo ponía ya desde los seis...)
Por último tritura hasta una textura deseada. Desaconsejo
los brazos batidores -la
"minipime", vamos- porque aún con el más
concienzudo "barrido" pueden dejar restos muy
enteros (que serán bienvenidos camino de los dos años),
así que pasapurés (idealmente) o
batidora "de vaso", pero ésta necesitará
más líquido (caldo de la cocción o, como dije,
leche). El "chafado" a mano armada de tenedor es la forma
tradicional y desde luego es la
única que permite elegir el grado de grumosidad, pero, sinceramente,
es una paliza!!!.
El resultado puede racionarse y guardarse en nevera (48 horas
max.) en los tarros
vacíos de los potitos industriales, que puedes esterilizar
con los mismos mecanismos que
venías usando para los biberones (aunque si la higiene de
tu cocina y nevera es ya a
prueba de bomba puedes ir minimizando este tedioso proceso). Peor
sería guardarlo todo
junto ya que el abrir-apartar-cerrar irá contaminando el
producto haciendo más dudosa su
seguridad. Usa por tanto cantidades fijas y no tengas pena en tirar
lo que deje... aunque
si no está muy baboseado yo me haría un rico caldo
al que añadiría algo de agua, un
chorrito de jerez, unas hojas de hierbabuena y un puñadito
de fideos finos o quizás pan
frito y un huevo batido ;-)
Un Amigo
Miguel A. Román
cfarb@correo.rcanaria.es
N.del A.- Aunque la información vertida está contrastada
con bibliografía especializada,
nada, nunca, sustituirá la opinión del pediatra que
conoce cada caso particular.
Publicado
en el newsgroup es.charla.gastronomia