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Comidas para niños

Recetas
  1. Bolitas de chocolate
  2. Bolitas sorpresa
  3. Crema ideal
  4. Filetes de hígado con espinacas
  5. Helado de almendras
  6. Lomo con manzanas
  7. Negrito
  8. Nidos de patata
  9. Palitos de pescado
  10. Puré de zanahorias
  11. Setas de huevos con guisantes
  12. Sopa de verduras
NUESTROS PEQUEÑOS "GOURMETS"  Pastas, Granos y Legumbres Miguel A. Román
  1. La mejor comida para un bebé o un niño pequeño que empieza a compartir la mesa con el
    resto de la familia es: la misma comida que come el resto de la familia (en efecto, somos
    una especie "comensalista").
    Esto no parece fácil con los purés de verduras... (¿por qué no? Un plato bien hecho es
    un plato delicioso sea cual sea su origen. Un puré de verduras con gofio canario es una
    delicadeza en cualquier menú, lo juro).


    De todas formas las lentejas son con harta frecuencia la primera incursión adultoide
    del niño en la comida de su casa. Un potaje de lentejas, acompañado quizas de papa
    "chafada" y "saborizado" con carne, jamón, hueso... En el invierno que se aproxima
    velozmente será un buen plato caliente "para todos los públicos".


    Poco después serán los garbanzos los que le ayuden a ejercitar su dentadura, su
    destreza manual y nuevos sabores y texturas. Tienen injusta fama de "pesados", pero de
    confianza, remojados y bien cocidos, y a dosis sensatas no hay mayor miedo cuando el
    pequeño/a ya sabe "tragar". A mi hija le encantan, por kilos se los comería, de uno en uno
    los coge y se los lleva a la boca. Con espinacas (recortadas con tijeras si acaso) es un
    plato tradicional y sabroso. Los garbanzos desengrasados y acompañados con la verdura laxa
    de cocidos y potes al modo de cada tierra han reunido en mi propia mesa tres generaciones
    en el amor al puchero -y quizás pronto lo vuelva a repetir-.


    Por último -entre los europeos, que en latinoamérica llega antes- llegan las judías.
    Igualmente bien cocinadas no debiera haber más problema que la sofocante costumbre de
    aderezar esta legumbre con chacina y grasa sin cuento -obviamente no indicadas en la dieta
    de un niño, y solo a regañadientes en la de los mayores-. Sin embargo, p.ej. las pequeñas
    y negras caraotas (caritas, porotos, frijoles, ...) al estilo venezolano -esto es
    remojadas y hervidas con pimiento verde, un diente de ajo machacado, comino y azúcar (sí:
    azúcar), después salteada con más azúcar- es un plato exótico, rico y perfectamente apto
    para las bocas sub-dentadas de nuestros retoños. Pero bueno, la minestrone de judías
    blancas con verduras y jamón o los muy ricos y no-grasos platos típicos de judías con
    pescados (como esas fabes con almejas que, bien hechas, hacen digna sombra a la mismísima
    fabada). Notad que, aunque la dentición del pequeño/a se retrase eso no le impedirá
    masticar -con las encías- tan eficientemente como si tuviera ya recias muelas... la
    ausencia de incisivos, en el peor de los casos, le impediría "cortar" los bocados más
    grandes.


    Para no perder el hilo recordaré que hablamos de "qué se le puede dar de comer a
    nuestra/o hija/o de 8 a 20 meses.


    Junto a las dicotiledóneas -antes nombradas- está la otra gran rama de la semilla
    vegetal como fuente importante de alimento y sabor para los más pequeños: el arroz por
    delante de todas las monocotiledóneas, y no voy ahora a enseñar a las madres/padres que me
    lean a preparar un arroz. Blanco, con legumbres, verduras, pescados, pollo... si hay
    "miedo" se puede dejar "pasar" un poco, pero no es aconsejable -ni está bueno, además de
    nutrición les estamos educando en gusto y sensibilidad por la comida bien hecha, que es
    además la más saludable y la que mejor transmite el cariño que les tenemos-; antes que eso
    mejor utilizar el método oriental de cocinar el arroz (similar a la pasta: agua abundante
    con algo de sal, hacer al punto y escurrir, luego mezclar con salsas). Desde luego algún
    que otro arroz con leche... y recuerdo que la leche seguirá siendo el plato principal
    hasta los dos años al menos.


    Pero, infrecuentes entre nosotros, hay otros granos interesantes: el maiz y el trigo.
    El primero es frecuente en la cocina canaria, pero reconozco que va a ser muy difícil en
    el entorno de la península ibérica. De todas formas el maíz dulce enlatado es tierno,
    jugoso y alimenticio, añadido p.ej. a ensaladas. Una advertencia: el maiz íntegro es rico
    en gluten, por lo que primero habrá que preguntar al pediatra por la conveniencia de
    incluirlo.
    El trigo en grano, inconcebiblemente, ha ido desapareciendo de nuestra cocina
    tradicional. Alguna receta de potajes de trigo tengo por ahí, pero no quiero subrayar
    anécdotas en esta serie, tiempo habrá. Sin embargo el trigo, en forma de harina, estaba ya
    en la comida del bebé -sus papillas- y ahora continuará conglomerada en forma de... PASTA!


    La pasta quizás entre tarde en la dieta del pequeñuelo/a, pero esto no es debido a
    una hipotética dificultad en su deglución/digestión, sino a que nos frena -a los adultos-
    la impresión de que es necesaria una cierta habilidad para manejar tan ressssbalossa
    substancia. Cierto pero erróneo. Si le damos -nosotros, torpes mayores- p.ej. unos
    macarrones o unos ravioli con cuchara/tenedor a un juguetón infante, es más que probable
    que buena parte de la pitanza acabe, junto con nuestros nervios, por los suelos. Pero al
    aprendiz de brujo -entre otras cosas- le entusiasmará la idea de comerse "eso" por sí
    mismo, con sus deditos, paciencia, apetito y una total ausencia de respeto por la
    pulcritud buco-facial.
    La pasta no es un puré pastoso, es asible, puede comerse frío (está más buena fría
    ;-)), se mastica fácil y es un buen estímulo para empezar a hacerlo si no había costumbre
    aún (algo habrá que vigilar y algún macarrón llegará incólume al estómago, pero de allí no
    pasará) y se acompaña de una interminable fuente de sabores adicionales: sus salsas.
    Los fussili (espirales o "tornillos"), más aún si son de colorines, son para un niño
    que ejercita sus primeras destrezas en la mesa una oportunidad maravillosa de comerjugar
    (uno de sus deportes preferidos). Más aún si están bien "pringados" en salsa de tomate,
    cremas, bechameles, foiegrass, natas, quesos, mayonesas, ...
    Los ravioli son maravillosos mini-bocadillos suaves y rellenos de algo que empieza a
    gustarle: carne.
    Los spaghetti o las cintas (cortados "ad hoc" con maternales tijeras) son divertidos
    gusanitos que se cogen a puñados y "aaahjaammm" -p'adentro-.
    El mercado, que conoce bien su potencial clientela, nos obsequia hoy con pasta teñida
    y recortada con formas donde aún los más pequeños empiezan a reconocer los símbolos del
    consumo (nuestras madres -y abuelas- siempre supieron que la mejor forma de que los
    niños/as coman sopa es hacerla de... letras!!!).


    No quiero extender el artículo en exceso. Se trataba solo de dar ideas. Ahora sois
    vosotros los que habréis de trasladarlas a vuestra rutina y modos para que lleguen,
    apetitosas, hasta la boca de vuestros egoistas herederos.

    Un Amigo
    Miguel A. Román
    cfarb@correo.rcanaria.es

    N.del A.- Aunque la información vertida está contrastada con bibliografía especializada,
    nada, nunca, sustituirá la opinión del pediatra que conoce cada caso particular.

    Publicado en el newsgroup es.charla.gastronomia

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